domingo, 2 de septiembre de 2012

Hotel Tokio

Fabiana Alonso


Los que se hospedan en el Hotel Tokio cada vez son más. Durante el día pasan desapercibidos, dejaron acomodada su riqueza de colchones para salir a pedir, ellos se desplazan como sombras pestilentes, drogados, bebidos, adormecidos. La ciudad se ha convertido en un gran matarife, el oficio de la asistencia social es burocracia pura a cinco cuadras del Palacio Municipal. Las palomas de la plaza tienen mejor suerte todo el día las están alimentando, entretienen a los niños, causan ternura, los habitantes del Hotel Tokio causan asco, viven en un orinal, duermen a hecho consumado después de haber bebido cerveza o vino barato, escapan de las angustias, respiran, volverán a caer en la noche del sueño y al otro día la rutina del desamparo. Es el infierno de la costumbre al que le temo, es el infierno agónico y ausente. Son las máquinas de languidecer, pero también son ojos, intestinos ,riñones y corazón. Yo no sé que pasará con el mundo, pero está lleno de tristeza.